jueves, 25 de octubre de 2012

El Preludio a la siesta de un fauno

La presencia de Debussy ha sido continua en la música de nuestro tiempo, desde Bartok hasta Messiaen y Golijov. Pocos músicos han sido estudiados con tanta variedad de enfoques e imaginación, como el autor de 'El Preludio a la siesta de un fauno' o el 'Claro de Luna'. En nuestro tiempo y con otro régimen de derechos de autor, Debussy se habría convertido en un hombre adinerado. No le importaba mucho ese aspecto, sino la fidelidad al credo que agitó toda su imaginación artística. La música como pura expresión de sensaciones y de fenómenos de evocación poética y cromática. Vladimir Jankélevitch, por ejemplo, ha escrito sobre 'Debussy y lo Sagrado' y Jean-Yves Tadié, uno de los grandes biógrafos y estudiosos de Proust, sobre las 'Afinidades entre los Preludios y la obra de Proust'. René Dumesnil, un bello libro que tiene el noble título que le hemos dado a esta nota, 'Debussy, Señor de Sueños'. Y pocos compositores han recibido un homenaje póstumo tan elocuente, de músico a músico, como 'Ante la tumba de Claude Debussy', para guitarra de Manuel de Falla y las 'Sinfonías para instrumentos de viento, a la memoria de C. Debussy', una de las obras maestras de Stravinsky... Louis Laloy, su primer biógrafo y gran amigo, contaba en 1909, que Debussy confesaba que "las lecciones más provechosas que he recibido vienen de pintores y poetas, no de músicos". Y a Edgard Varése en 1911, que amaba la pintura casi como la música y por eso, con excepción de los modos arcaicos, Josquin y Lassus, Bach, los últimos cuartetos de Beethoven y Chopin, se olvidaba de otros compositores para crear una obra sonora totalmente nueva.







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